El enraizamiento

Desde la parte de la columna vertebral parten las raíces, se extienden desde nuestro cuerpo y penetran profundamente en la tierra húmeda y oscura.
Visualicemos estas raíces, incluso las más pequeñas y delgadas, que se extienden y son alimentadas por la tierra, absorben la energía fuerte y positiva de la Antigua Madre y la llevan hacia el tronco. Al mismo tiempo, retiran de nuestro cuerpo todo tipo de impurezas, todos los dolores, todas las negatividades (que podemos visualizar bajo la forma de un líquido oscuro) y los descargan en la tierra, dejando que esta los absorba y los neutralice, liberándonos de cualquier malestar físico y psíquico.
Inspiremos profundamente, siguiendo la energía positiva que estamos absorbiendo, observémosla mientras se expende por cualquier parte de nuestro cuerpo, iluminándolo con una luz azulada. La savia positiva fluye por nosotros como una sangre nueva.
Volvamos la mirada hacia arriba y observemos nuestra cabeza, imaginando que se expande en una red de ramas y hojas que se extienden hacia el sol.
En nuestra tradición, por lo general, el árbol es visualizado como un sauce, con ramas flexibles que parten desde nuestra cabeza, se alargan y se pliegan dulcemente hacia abajo, hasta tocar el suelo, formando así un círculo interrumpido de energía.
Respiremos profundamente, intentando sentir la circulación de la fuerza de la madre tierra que entra en nuestro cuerpo, visualicemos las hojas que son movidas con suavidad por el viento, sintamos la solidez de las ramas y del tronco y para acabar, intentemos percibir la circulación de la savia a través de nuestras partículas.
Permanezcamos en esta posición mientras nos sintamos a gusto , luego imaginemos que las raíces se encogen y vuelven a la espina dorsal, y que las hojas hacen los mismo y vuelven a ser nuestro cabello.
Cuando decidamos abrir los ojos, permanezcamos todavía sentados unos minutos, y nos levantaremos siempre con cuidado.
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